Los dogmas Marianos
A lo largo de la historia, la Iglesia ha ido definiendo las verdades centrales de la fe católica en base a reflexiones que fueron conformando la doctrina. La Virgen María ha sido tan importante que se ha dedicado una rama de la teología a su estudio: la mariología.
Gran parte de estos estudios se relacionan con los dogmas marianos. En este artículo, explicaremos brevemente de qué se tratan los cuatro dogmas marianos promulgados por la Iglesia. Pero antes, veremos qué es lo que se entiende por dogma.
¿Qué es un dogma?
Los dogmas son verdades contenidas en la Revelación Divina que conforman puntos centrales de la doctrina católica. Se basan en las Escrituras y la tradición de la Iglesia y son promulgados en Concilios o por el Papa.
Los dogmas pueden muchas veces ser percibidos como arbitrarios. Pero no se trata de eso. En cambio, son producto de largas reflexiones de la tradición a lo largo de los siglos y tienen como objetivo fortalecer la fe y no limitarla.
Son verdades en las que los fieles creemos que nos invitan a reflexionar y conocer mejor la obra salvífica de Dios. Deben ser percibidos como oportunidades para enriquecer nuestro conocimiento de la fe y no como ideas cerradas que apartan a quienes no las comprenden o comparten.
Existen muchos dogmas de fe en la Iglesia Católica. Pero estos no deben verse como verdades aisladas, sino como conceptos que se interrelacionan dentro de una misma doctrina.
¿Cuáles son los dogmas marianos?
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María Madre de Dios
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María Siempre Virgen
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La Inmaculada Concepción de María
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La Asunción de María
La figura de María es de gran importancia para la Iglesia Católica, en tanto ilumina y contribuye a la figura de Cristo. Los primeros dos dogmas marianos se asocian directamente con Cristo y se remontan a los primeros tiempos de la Iglesia. Los segundos son más recientes y se centran mayormente en María, aunque tienen una base cristológica.
Pasaremos ahora a explicar en detalle los cuatro dogmas marianos, que tantos debates han generado dentro y fuera de la Iglesia.
1. María Madre de Dios
En la Visitación de María a Isabel, ésta última pregunta:
“¿Cómo así viene a visitarme la madre de mi Señor?” .
Lc 1 43
La maternidad divina de María indica que ella dio a luz a Jesucristo, Dios verdadero. Si el origen divino del Hijo se encuentra en los inicios de la creación, su Encarnación en este mundo se produce a través de María. Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre y, como verdadero hombre, debe haber nacido de una persona humana.
De este dogma no se entiende que María da origen a Dios, sino que permite que se encarne en ella y da a luz al Hijo. Esto la convierte en Madre del Hijo de Dios. La Encarnación se produce por obra del Espíritu Santo.
“La naturaleza humana del Hijo de Dios viene de María y de nadie más; la naturaleza divina de Jesús viene de Dios y de nadie más, pero la persona de Jesús nace en nuestra historia desde María, y ella es plenamente su madre.”
La oración mariana más antigua hallada en un papiro egipcio se refiere a la Virgen María como Theotokos, que en griego significa Madre de Dios. Este papiro data del año 250 d.C, dos siglos antes del Concilio de Éfeso (431 d. C.), en el que se estableció este título para la Virgen. Esto muestra que antes de que fuera considerado un dogma, los fieles cristianos ya reconocían a María como la Madre de Dios.
2. María Siempre Virgen
“¿Cómo será esto posible, si no conozco varón?”.
Lc 1 34
Como ya mencionamos, en tanto verdadero hombre, Jesús nace de una mujer y, en tanto verdadero Dios, su Encarnación se produce por obra del Espíritu Santo. Por lo tanto, no puede haber habido intervención de un varón en el embarazo.
En la Anunciación, el Ángel Gabriel le anuncia a María que dará a luz a un hijo por intervención divina. Frente a la pregunta de María, el ángel le responde: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que va a nacer será santo y le llamarán Hijo de Dios” (Lc 1 35).
En este pasaje, la Iglesia interpreta que el evangelista se refiere a la virginidad de María que está ligada a la divinidad de Jesús. El Hijo que nacerá lo hará como consecuencia de la acción del Espíritu y será Hijo de Dios.
Desde los inicios, la tradición de la Iglesia ha tomado la virginidad de María como una verdad dentro de la doctrina. San Ignacio de Antioquía, uno de los Padres de la Iglesia en siglo I, ya hace referencia a la virginidad de María.
En el año 553, el Segundo Concilio de Constantinopla declara a María como ‘siempre virgen’.
Los dogmas marianos de la maternidad divina y la virginidad responden a la doble naturaleza de Jesús como hombre y como Dios respectivamente. Ambos se complementan y nos hablan del Hijo de Dios.
3. La Inmaculada Concepción de María
“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” .
Lc 1 28
Este dogma supone que la Virgen, desde el momento de su concepción y durante toda su vida fue preservada del pecado original. Pero, ¿qué significa esto?
Cuando Adán y Eva se rebelaron contra Dios y comieron del fruto prohibido, se introdujo el pecado en el mundo y con éste la muerte para la humanidad. Desde ese momento, todos los seres humanos nacemos con la mancha del pecado original por pertenecer a la misma especie afectada.
El sacramento del Bautismo tiene la función de limpiar el pecado y la Confesión nos otorga el perdón de Dios. Esto se debe a que a lo largo de la vida continuaremos pecando a causa de nuestra naturaleza, aunque hayamos aceptado a Dios en nuestras vidas.
De esto queda excluida la Virgen María, la única criatura humana que permanece libre de pecado durante toda su vida. El ángel Gabriel la llama ‘llena de gracia’ y, para la Iglesia, María nunca pierde este estado de gracia.
La importancia de María en la historia de la humanidad se inicia desde el momento en que Dios la elige para ser la Madre de Cristo. Como tal, María ocupa un lugar especial en la Creación como madre del Salvador que nos libera a todos de nuestros pecados. Por esto es que se la ha denominado la Nueva Eva, ya que con su aceptación de la voluntad de Dios ha permitido la liberación del pecado al que nos ató Eva con su rechazo.
Pero no se trata simplemente de un dogma basado en la veneración de María. Su Inmaculada Concepción está ligada al hecho de que ella dará a luz al Hijo de Dios. La morada en la que se encarna el Verbo no puede contener el pecado.
La idea de la santidad de María estuvo presente desde muy temprano en la tradición de la Iglesia y desde el siglo XII se generan controversias teológicas en torno a la Inmaculada Concepción. En 1854, el Papa Pío IX lo declaró como dogma en la carta apostólica Ineffabilis Deus.
4. La Asunción de María
“La muerte ha sido devorada por la victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria?” .
Co 15 54-55
Este dogma remite a que María fue ascendida al cielo en cuerpo y alma y que goza de gloria plena junto al Padre y al Hijo. Fue proclamado por el Papa Pío XII en 1950, con la constitución apostólica Munificentissimus Deus.
No hay mención en el Nuevo Testamento sobre qué ocurre con María luego de la Ascensión de Jesús. Pero, como no todo está aclarado en la Biblia, no son pocos los hechos que requieren interpretación.
La tradición de la Iglesia ha sostenido desde temprano la idea de que María, preservada del pecado original, fue asunta al cielo. Algunos han pensado que fue llevada directamente al cielo, sin atravesar la muerte.
Sobre esto, Juan Pablo II señala que «dado que Cristo murió, sería difícil sostener lo contrario por lo que se refiere a su Madre» (1997). Con su Resurrección, Cristo venció a la muerte y abrió las puertas de la vida eterna para toda la humanidad. La Asunción no es un hecho excepcional que convierte a María en alguien semejante a Dios. María es humana y resucitó en cuerpo y alma como está dicho que sucederá con todos los seres humanos en el final de los tiempos.
María tiene un lugar especial en la Iglesia por ser la Madre del Señor y por haber entregado completamente su voluntad al plan de salvación de Dios. Todos los títulos y verdades que se le atribuyen tienen el fin de reforzar el mensaje, el sacrificio y la redención que llevó a cabo Jesús.