Obras de Misericordia Espirituales y Corporales
Introducción e importancia
Las Obras de Misericordia poseen una gran relevancia e importancia como actos de caridad hacia el prójimo en la religión Católica, porque tienen su fuente misma en las Sagradas Escrituras, y por la advertencia de Jesús de que el Juicio Final recaerá sobre las Obras de Misericordia y de bondad que hayamos practicado (o no) con el prójimo al que nos hayamos encontrado. Él considerará a estas obras como hechas (o negadas) a él mismo (Mt. 25,31-46)
Fe y Obras
La Fe, como enseñan las Sagradas Escrituras, es un don compuesto por dos dimensiones distintas, ambas requeridas y complementarias una de la otra. Estas son la creencia en las palabras de Jesucristo, Nuestro Señor, que dirige al ser hacia una certeza de lo esperado; y la otra son las obras que vivifican esa creencia, la exteriorizan y la demuestran. (Cf. Stg 2:14-20; ver también 1Jn 3:17-18;Mt. 21:28-31a; Catecismo – 546).
Esta doctrina muy bien expuesta por el apóstol Santiago, está en perfecta sintonía con el Evangelio, en donde Cristo enseña que “no todo el que dice “Señor, Señor!” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos” (Mt. 7:21; Lc. 6:46; Tit. 1:16; Rom. 2:13). Por consiguiente, la fe en Dios no aprovechará si no va acompañada con la observancia de los mandamientos y la practica de Obras de Misericordia o caridad para con el prójimo. En cuyo caso su fe no valdría nada ante Dios, sería una fe muerta. Sería como el árbol seco, que no dió frutos.
Las Obras de Misericordia están entonces entre las formas más elevadas de amor al prójimo. Por su alto valor contribuyen en gran medida al bienestar y grandeza de una nación, por lo que deberían ser fomentadas en el sistema educativo y en el comportamiento social a través de los medios de comunicación.
Cómo deben realizarse
En la crítica de Jesús a los fariseos, escribas y saduceos respecto de su modo de practicar su justicia, podemos advertir algunas cuestiones básicas acerca de cómo realizar estas obras de caridad para que sean agradables a Dios:
Deben ser desinteresadas (Lc. 6,35; Lc. 14,13-14),
sin ostentación (Mt. 6,1-4; Jn. 12:43),
adecuadas a las peticiones y a la necesidad del prójimo (Lc. 6,30; Mt. 5,42; Lc. 10,29-37),
se identifican con Jesús (Mt. 25:37-40.44.45),
reconocen su causa y fuente en Dios revelando su amor (1Jn. 4:7.11; Stg. 1:17) que “ama a quien da con alegría” (2Cor. 9,7-8).
Al realizarlas uno debería anticiparse a las necesidades básicas graves (pan, agua, techo, sin que haga falta que se lo pidan, a esto se refiere el Papa Francisco con el término ‘primerear’) y conducir a Dios, sin gloriarse uno mismo por el acto. Hay muchas organizaciones que dan a los pobres pero en el marco de un ateísmo que excluye la religión, es por lo tanto entristecedor ver a las agrupaciones religiosas hacer lo mismo sin conducir hacia la religión.
No debe ser hecha con superficialidad e hipocresía. Así llegó a ocurrir en el contexto religioso judío en tiempos de la encarnación de Cristo. Jesús les invita a purificar toda práctica religiosa a partir del espíritu evangélico como criterio de discernimiento, como hizo antes con respecto a la Ley. Y establece un principio general: las obras de piedad no deben realizarse para ganar prestigio ante los demás, posición de poder o privilegios.
Cuando se cumplen con desgano o por aparentar, resultan deshonrosas y humillantes; ante todo debe primar el recto sentido de la misericordia y el criterio de la justicia. Jesús llama comediantes, hipócritas, charlatanes, a los que exhibían sus rezos y sus ofrendas al son de trompetas en las esquinas y en las plazas o desfiguraban «la cara para hacer ver a la gente que ayunan». Jesús establece un contraste entre hacer estos actos piadosos para ser vistos por los demás y hacerlos en lo secreto para que sólo Dios los vea (Mt. 6:1-4).
Los actos solidarios y sus riesgos implícitos
Hay quienes se excusan de realizar actos solidarios porque el realizarlos podría traerles consecuencias o riesgos, es la llamada “Excesiva prudencia humana“. Acercarse a quien padece la indigencia para dar un alimento, invitar al propio hogar y dar hospedaje a un desconocido, ir a un hospital a visitar enfermos, etc. son acciones que conllevan algo de riesgo.
Al respecto, solo podemos decir que en general todas las obras solidarias conllevan cierto riesgo (y no podemos llamarnos cristianos sin realizarlas), por este motivo, es necesario armarse de un mínimo de valentía que nos impida caer en el temor culpable que limita nuestra entrega generosa. De modo contrario estaremos siendo obstáculos a la providencia divina, que nos colocó frente a la necesidad para que la resolvamos y no para que nos escondamos.
Si es apropiado, sin embargo, obrar con cierta prudencia natural, por ejemplo evitar concurrir a un hospital si no nos sentimos bien de salud, higienizarnos correctamente; si se siente temor hacia un desconocido, aproximarse acompañado de otra persona, dar aviso a nuestro ángel anticipadamente y aguardar un instante para confirmar que no se nos alerte de evitar la acción, etc.
Guardar cierta desconfianza respecto a quien no se conoce no es malo (de hecho las Sagradas Escrituras lo aconsejan en numerosas oportunidades ya que el hombre debe poner su confianza en Dios y no en los hombres), solo es importante que no se vuelva un temor insalvable que nos impida obrar en el bien.
“El miedo a los hombres es una trampa, pero el que confía en el Señor estará protegido.” (Prov. 29:25)
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Obras de Misericordia Corporales:
Fuente: www.deunanube.com/obras-de-misericordia/