Desciendo en cuerpo y alma hacia el altar por medio de las manos consagradas de Mis ungidos, les digo a los que están en ese momento presentes: “Yo te amo, ven con limpia conciencia, en perfecto estado de gracia y recíbeme, déjame habitar en tu corazón”.
A través del que sufre en cuerpo y alma el flagelo de la enfermedad o dificultad con sutil voz digo: Veeme en la cruz y en el que como Yo, hoy está padeciendo. Os digo que todo lo que hiciereis en favor del bien de vuestro hermano, relucirá con tanto brillo cuando en vuestro juicio, me presentéis, vuestras buenas obras, tanto valor tendrá, por ello os recompensare. Amén.
Al comienzo del mensaje las hermanas presentes cantaban alabanzas al Señor y a la Siempre Virgen María y en respuesta a ello dio el siguiente mensaje:
Jesús:
Alabanzas que se elevan al cielo, son escuchadas como oraciones, por la sinceridad de los corazones que por amor a Dios las entonan.
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