Hubieron apóstoles que alentados por el Espíritu Santo conformaron comunidades para acrecentar su fe, por medio del conocimiento de las escrituras, de los testimonios los cuales se presenciaban y tal como lo había indicado Mi Hijo que después de resucitar enviaría al Paráclito quien les indicaría que hacer y como aguardar a la promesa; manifestando con las obras su presencia.
Derramando los dones hacia quienes animados por El Espíritu Santo lo pedían con entusiasmo, para difundir la buena nueva, trabajando arduamente por dar a conocer a Dios en el Hijo y en Espíritu y verdad, practicando con buen testimonio conforme a como Mi Hijo Jesús les había instruido. Se les presento Mi hijo a los apóstoles como lo anuncian en los evangelios, pero no lo reconocieron, ellos no se convencían y descubrieron las señales de su presencia por la sabiduría en sus palabras, por las llagas de los clavos en las partes donde estuvieron de manifiesto. Vivieron persecuciones por quienes no aceptaban el mensaje de salvación, por decirles con acierto en la predicación evangelizadora lo que debían cambiar en su conducta de pecado a los que se acercaban a ellos. También pedían por sus perseguidores y por quienes incrédulamente aceptaban doctrinas contrarias a la fe, solo para oponerse a las obras que estaban de manifiesto en sus apóstoles, demostrando la presencia de Mi hijo Jesús. Dedicaron su vida a la predicación, a la entrega constante en el servicio de Dios, conforme el Espíritu Santo les iba guiando, hacían ayunos, orando y suplicando para que el mensaje de redención sea aceptado por las comunidades a las cuales visitaban y por todas las generaciones que iban a preceder, Mi Hijo Jesús, anunciado por los profetas, quien dio su vida por la salvación de los pecadores, presente con los apóstoles, en la misión que a cada uno encomendó. amén.
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